lunes, 11 de septiembre de 2017

El hombre de la mano paralizada (Lc 6, 6-11)

P. Carlos Cardó, SJ
 
Cristo curando a los enfermos, mural de Gebhard Fugel (1920), antiguo monasterio de Bad Saulgau, Alemania
Un sábado, Jesús entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los escribas y fariseos estaban acechando a Jesús para ver si curaba en sábado y tener así de qué acusarlo.Pero Jesús, conociendo sus intenciones, le dijo al hombre de la mano paralizada: "Levántate y ponte ahí en medio". El hombre se levantó y se puso en medio. Entonces Jesús les dijo: "Les voy a hacer una pregunta: ¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado: el bien o el mal, salvar una vida o acabar con ella?" Y después de recorrer con la vista a todos los presentes, le dijo al hombre: "Extiende la mano". Él la extendió y quedó curado.Los escribas y fariseos se pusieron furiosos y discutían entre sí lo que le iban a hacer a Jesús.
Otro episodio en día sábado. Se insiste en el tema porque el culto del sábado (y en particular la observancia del precepto del descanso sabático) era central en la religión y espiritualidad judía. Hacía presente el tiempo de la creación, y el tiempo del encuentro de Dios con su pueblo, salvando, liberando, y del pueblo con él, orando, meditando su palabra, dedicándose a la familia y a las obras buenas. Pero se había convertido en un mero precepto legal y, en vez de dar vida, lo usaban los fariseos y autoridades religiosas para oprimir a la gente.
Otro elemento del relato es la sinagoga, casa de la oración. Después de la destrucción del templo de Jerusalén por los babilonios, la sinagoga pasó a ser el lugar ordinario del culto y también el centro de la vida religiosa y social de los pueblos y ciudades judías. En ella escuchaban y meditaban la ley, expresaban y consolidaban los vínculos de mutua pertenencia y unidad del pueblo.
Pero en tiempos de Jesús, no todos recibían igual trato en las sinagogas, muchos eran excluidos, y la ley era interpretada de manera rigorista por los rabinos fariseos. Jesús congrega, convoca a todos, incluso a publicanos y pecadores; interpreta la ley y la enseñanza de los profetas como quien realiza y perfecciona lo que ellas contienen. 
Todo esto –el significado del sábado y de la sinagoga– gravita sobre el episodio que narra el evangelio: Otro sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía atrofiada su mano derecha. Incapacitado de poder moverla, no puede obrar con libertad, es su mayor carencia.
Los escribas y fariseos acechaban a Jesus para ver si curaba en sábado. No advierten ni reconocen que ellos, en vez de liberar y sanar, atan las manos de la gente, las oprimen y las incapacitan con la ley sin espíritu. Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo al hombre de la mano atrofiada: Levántate y ponte en medio. El verbo levantarse es el que se emplea para describir la resurrección. 
Levántate, le dice, vas a adquirir una vida nueva. Y ponte en medio, es decir, en el centro de la asamblea. Es el lugar en que deben estar los pobres en la nueva comunidad que Jesús funda; ellos han de ser el centro de la atención. La razón es que el pobre es el centro de la misericordia del Padre. Si uno se hace pequeño y pobre, cercano a los pobres de este mundo, siempre estará en el centro del interés de Dios.
Si antes, en el pasaje de los discípulos que arrancaban espigas, Jesús declaró que las normas, incluso la del descanso sabático, que se consideraba como de origen divino, tienen que ceder ante las necesidades más perentorias, ahora hace ver que el precepto debe también ceder ante la obra de misericordia que va a realizar en ayuda de un pobre desvalido que, aunque no se encuentra en una situación desesperada, necesita que se le devuelva a su mano atrofiada toda su vitalidad. Y por tratarse de la mano derecha, que se emplea para el trabajo, se trata de devolverle al hombre su libertad de valerse por sus medios.
La pregunta que hace Jesús a los que lo critican: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal? ¿Salvar una vida o destruirla? Declara firmemente que la misericordia está por encima del cumplimiento literal de las normas y que se debe tener libertad de actuación cuando se trata de hacer el bien a la gente o de salvar una vida.
Entonces Jesús, mirándolos a todos, dice Lucas –echándoles en torno una mirada de ira, dolido de la dureza de su corazón, dice Marcos (Mc 3,5) –, dijo al hombre de la mano atrofiada: Extiende la mano. El hombre lo hizo y su mano quedó curada. La palabra que lo cura, le devuelve la libertad. Y así, descrita de manera escueta, la curación da relieve a la declaración hecha por Jesús e ilustra claramente en qué consiste el ministerio del amor misericordioso, que ha de ser central en la vida de su Iglesia.
El final de la narración es dramático porque se desencadena allí el clima de hostilidad contra Jesús, que irá creciendo a lo largo de su vida pública. Los fariseos y escribas, fuera de sí de rabia, discutían qué podían hacer contra Jesús.

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