martes, 11 de julio de 2017

No tengan miedo (Mt 10,24-33)

P. Carlos Cardó, SJ
Cristo, reproducción de la pintura de Fritz von Uhde (1896), publicada en “Uhde: des Meisters Gemälde”, de Hans Rosenhagen (1908). Stuttgart. Deutsche Verlags-Anstalt, p. 179
En aquel tiempo, dijo Jesús: "El discípulo no está por encima de su maestro, ni el sirviente por encima de su patrón. Ya es mucho si el discípulo llega a ser como su maestro y el sirviente como su patrón. Si al dueño de casa lo han llamado demonio, ¡qué no dirán de los demás de la familia! Pero no les tengan miedo. Nada hay oculto que no llegue a ser descubierto, ni nada secreto que no llegue a saberse. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo ustedes a la luz, y lo que les digo en privado, proclámenlo desde las azoteas.No teman a los que sólo pueden matar el cuerpo, pero no el alma; teman más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno. ¿Acaso un par de pajaritos no se venden por unos centavos? Pero ni uno de ellos cae en tierra sin que lo permita vuestro Padre. En cuanto a ustedes, hasta sus cabellos están todos contados. ¿No valen ustedes más que muchos pajaritos? Por lo tanto no tengan miedo.Al que se ponga de mi parte ante los hombres, yo me pondré de su parte ante mi Padre de los Cielos. Y al que me niegue ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los Cielos."
El texto forma parte de las instrucciones que dio Jesús a sus discípulos antes de enviarlos en misión. En esta sección, los exhorta a no tener miedo (vv. 26.28.31) y a estar dispuestos a dar testimonio (vv.32-33).
La primera sentencia de este párrafo se refiere a la relación que existe entre el discípulo y su maestro, y entre el siervo y su patrón. El destino de Jesús será también el de sus discípulos. Si lo han calumniado a él, atribuyendo su poder de librar a la gente de espíritus impuros a un influjo de Belcebú, príncipe de los demonios, ellos también sufrirán incomprensiones y ataques. La Iglesia debe contar con la oposición del mundo a su labor evangelizadora. Reproducirá así la via crucis seguida por su Señor y esto mismo le servirá de consuelo y fortaleza.
No tengan miedo, les dice a sus discípulos de entonces y de ahora. Su misión genera sensación de miedo. Ya en el Antiguo Testamento (en los relatos de vocación), los llamados por Dios perciben enseguida las dificultades de la tarea y buscan escabullirse del encargo recibido. Moisés, ante la magnitud de la misión de liberar a su pueblo de la esclavitud, se fija en su falta de capacidad y replica: ¿Quién soy yo para acudir al Faraón o para sacar a los israelitas de Egipto? Yo no tengo facilidad de palabra... soy torpe de palabra y de lengua (Ex 3,11, 4,10).
De manera parecida reaccionan los jueces (Gedeón: Jue 6,15) y los profetas (Jeremías: Jr 1,6). Los discípulos de Jesús saben que, por predicar con libertad, Juan Bautista ha sido asesinado por Herodes (Mt 14,1-12). Ven además que el mismo Jesús, aunque logre el aplauso de la gente sencilla, choca con la resistencia de los dirigentes. Naturalmente les da miedo salir a predicar: no todos los van a recibir ni los van a escuchar (10,14), son enviados como ovejas en medio de lobos, los van a perseguir… (10,16-25).
En este contexto, Jesús les repite tres veces: ¡No tengan miedo! Quiere que tengan el coraje de anunciar en voz alta, a plena luz y desde las terrazas los valores del reino de Dios que él les ha transmitido en la intimidad del grupo que ha formado. ¿Y el miedo a la persecución? Tampoco, porque la tarea evangelizadora no se puede paralizar por la aversión que sientan sus perseguidores.
Podrán quitarles la vida terrena, pero no podrán arrebatarles la vida del espíritu. El cuerpo no es la vida; viene de la tierra y vuelve a la tierra. La vida que nadie puede matar es el Espíritu. El problema, por tanto, no ha de ser cómo salvar el cuerpo, sino cómo vivir la vida corporal, temporal, encarnando en ella los valores del reino, pues en esto consiste la vida verdadera. Quien no vive así, está ya muerto.
Además, los discípulos de Jesús no deben olvidar que, por encima de todos los poderes del mundo, hay un Dios Padre, en cuyas manos providentes están hasta los gorriones, que no valen más que unos céntimos en el mercado. Y sin embargo ni uno de ellos cae en tierra sin que lo permita el Padre. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados. No teman, pues ustedes valen más que todos los pajaritos juntos
Así, pues, el seguimiento de Jesús implica empeñar la vida, sin cálculos ni restricciones. Y eso sólo es posible para quienes tienen la certeza de que siguiendo a Jesús alcanzan una indudable plenitud. Como Iglesia saben que hay valores en el evangelio que no se pueden transmitir sino en la cruz y desde la cruz. Eso los libra de querer actuar pensando únicamente en la supervivencia y seguridad de sus instituciones, o en el mantenimiento de favores y privilegios. Obrar así es meter la luz bajo el celemín y volver insípida la sal.

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