viernes, 13 de enero de 2017

El paralítico (Mc 2, 1-12 )

P. Carlos Cardó, SJ
Cristo cura al paralítico en Cafarnaum, mosaico de autor anónimo (1315), Iglesia San Salvador de Cora, Estambul
Cuando Jesús volvió a Cafarnaúm, corrió la voz de que estaba en casa, y muy pronto se aglomeró tanta gente, que ya no había sitio frente a la puerta. Mientras Él enseñaba su doctrina, le quisieron presentar a un paralítico, que iban cargando entre cuatro. Pero como no podían acercarse a Jesús por la cantidad de gente, quitaron parte del techo, encima de donde estaba Jesús, y por el agujero bajaron al enfermo en una camilla.
Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te quedan perdonados". Algunos escribas que estaban allí sentados comenzaron a pensar: "¿Por qué habla éste así? Eso es una blasfemia. ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?" Conociendo Jesús lo que estaban pensando, les dijo: "¿Por qué piensan así? ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: `Tus pecados te son perdonados’ o decirle: ‘Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa’? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados —le dijo al paralítico—: Yo te lo mando: levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa".
El hombre se levantó inmediatamente, recogió su camilla y salió de allí a la vista de todos, que se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: "¡Nunca habíamos visto cosa igual!"
La fama de Jesús se extendió por toda la Galilea (1,28) y la gente acudía a él (1,45), llevándole sus enfermos para que los curase. A la casa a la que llega, acuden tantos que ya nadie puede acercarse a Jesús. Aparece de pronto un paralítico llevado entre cuatro. Como no pueden entrar se las ingenian y abren un boquete en el techo para hacer descender por allí al enfermo y ponerlo a los pies de Jesús.
Había allí sentados unos maestros de la ley, estos profesionales de la religión, expertos en interpretar la Palabra de Dios, resultarán siendo los verdaderos paralíticos. Viven inmovilizados en los conocimientos que han adquirido, no quieren cambiar, no aceptan la presencia de Dios que les habla en Jesús.
Por su parte, el paralítico y sus amigos, que no tienen nombre ni dicen una palabra, aparecen en el texto de Marcos como figuras representativas. El paralítico personifica a aquellos que no pueden moverse por sus medios, han perdido su libertad de movimientos y yacen como muertos. Sus amigos simbolizan a quienes se esfuerzan por superar las dificultades que impiden llegar hasta Jesús. Jesús les alaba su fe: la confianza en Dios que demuestran. Ambas actitudes, la del paralítico y la de sus amigos, pueden darse en una misma persona, en mí.
Asimismo, la curación física y el perdón de los pecados podrían representar las dos caras de una misma moneda. La parálisis física alude a la invalidez que padece el espíritu humano cuando pesa sobre él un pasado vergonzoso, una vida desordenada, una culpa no resuelta. Por el perdón, el pecado pierde su carga mortífera y el hombre puede rehacer su vida, construirse una existencia reconciliada con Dios, con los demás y consigo mismo.
Las palabras de Jesús, Tus pecados te quedan perdonados, chocan con la mentalidad de los maestros de la ley. Se revuelven en sus asientos, pero no hablan, no se atreven a decir lo que piensan; juzgan y condenan en su interior, eso sí. Reflejan el efecto que tienen en las personas las ideologías, las doctrinas inducidas, las formas erróneas de pensar que se difunden y llegan a formar una conciencia colectiva. Las mentes de estas personas quedan condicionadas, como programadas para pensar sólo en una dirección. No piden explicaciones, sólo juzgan y condenan lo diferente, porque lo que han introyectado no se cuestiona y lo que no concuerda con su modo de pensar es blasfemia, como ofensa a Dios.
En el caso de los maestros de la ley, ellos saben bien que el poder de perdonar pecados es atributo sólo de Dios. Pueden dirigirse a Él y pedírselo, pero nadie puede estar seguro de haber quedado libre de su culpa. Pero he aquí que Jesús se atreve a darle al paralítico esta seguridad: sus palabras le aseguran la cancelación de sus culpas, como sólo Dios podía hablarle. Esto es lo que les escandaliza. Interpretan el gesto de Jesús como una pretensión insoportable. A sus ojos, Jesús usurpa el poder divino, insinúa que Dios está en él y que sus palabras son del mismo Dios.
Jesús intuye lo que están pensando. Los reprende y defiende su posición. La argumentación es clara: quien es capaz de levantar a un paralítico, de hacerle cargar su camilla y de enviarlo caminando a su casa, demuestra que puede hacer “lo más difícil” porque Dios está con él. Por tanto, tiene también poder de dar a la persona una nueva vida. Curarlo de la parálisis y liberarlo de la carga de su pasado son los dos efectos de la obra liberadora que Jesús realiza por el Espíritu que habita en Él.

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